miércoles, 26 de marzo de 2014

"JUSTICIA" Prólogo de un relato en ciernes.

PRÓLOGO

Recuerdo oír hablar a mi abuelo sobre los motivos que llevaron a que los hermanos Mooler fueran ajusticiados ante todos los habitantes de Dessert Town.

De pie, junto a un enorme fuego, delante de casi toda su familia que pasábamos los veranos en su casa del lago Nok, nos contó cómo sucedieron los acontecimientos anteriores a su definitiva captura.

El relato apenas duró tres noches, las primeras tres noches del verano de 1970, pero para mí ocupó todos y cada uno de los días de aquellas vacaciones. Cada tarde, a su regreso de la dura jornada de pesca diaria, cuando se sentaba delante del porche a fumar su enigmática pipa de barro, era donde yo aprovechaba para preguntarle por algún detalle que, creía, había pasado sólo muy por encima.

Estoy convencido de que a él también le agradaba que yo me hubiera dado cuenta de esas omisiones realizadas, con total seguridad, para no asustar a mis dos hermanas pequeñas, Rachel y Corin.

Nadie más advirtió la enorme carga emocional que sufría al contarnos lo que había sucedido 30 años atrás, la cual había vivido en primera persona. Sus gestos, las pausas para tomar unas bocanadas de un aire que parecía faltarle, las enjugadas lágrimas que brotaron al acabar la historia y, por supuesto, las furtivas miradas hacia la montaña donde comenzó todo.

Aún siendo el padre de mi padre, yo mismo estuve más cerca de él ese verano, que su propio hijo. Nunca, después de esas largas vacaciones, me he sentido interesado por algo de aquella forma tan intensa. Mi afición por escribir historias comenzó aquel extraño y lluvioso verano, y desde entonces no me había atrevido a intentar plasmarla en una hoja de papel. Y si no hubiera fallecido mi padre hace cinco días seguramente permanecería solamente aún en mi memoria. 

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