miércoles, 19 de marzo de 2014

JAMESTOWN, la llegada de John Smith al Nuevo Mundo (relato corto)

Arribamos de noche, la oscuridad nos arrulló soberana.
El olor a tierra envolvió dulcemente la peste de meses de viaje.
Iniciada la mañana, la claridad del día nos invita a descubrir.
Mis ojos no logran asimilar lo que éste nuevo mundo nos presenta.
Anclados los tres barcos, en el margen derecho del río, parece que haya entrado en un sueño.
El olor fresco del bosque daña mis fosas nasales.
Después de la larga y tediosa travesía, Intento asimilar la pureza de un aire que arrastra aroma a vida.
El ruido de las olas golpeteando la madera del barco queda fuera de lugar.
El intenso olor a flores contrasta con el putrefacto olor de las cuerdas y el remendado velamen.
Incluso, nuestro aspecto, apagado y mugriento, perjudica al paisaje.
La mugre de los que ya se introducen en el agua, tiñe y envenena esta agua pura y cristalina.
Ahora, el viejo Londres, desde donde partimos hace cuatro meses, me parece sucio en el recuerdo.
Mis órdenes son: colonizar esta nueva tierra para el Rey y buscar oro.
Mi corazón lucha contra unos planes que ya he vivido con anterioridad.
El paisaje que se muestra ante mí me advierte del error recurrente que motiva a nuestra expedición.
Es extraño, llevo tan sólo seis horas y ya me parece que pertenezco a esta tierra, que mi errante vida acaba aquí.
Jamestown, es el nombre con el que nos obligan a bautizar esta nueva posesión, virgen para nuestros ojos.
Mis pies pisan por primera vez esta fértil tierra. Un estremecimiento se apodera de mi, cierro los ojos y rezo. Siento miles de ojos observándome, estoy preparado…

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