jueves, 11 de febrero de 2016

Yo ya estoy en el vientre que quiero

Extraída de Google
Arrastrada la tarde
se inmiscuye en la lujuria del bosque
que amamantan los chopos
A ratos, revoco mis propios pensamientos
haciendo saltar, una tras otra,
las ramas que estorban en mi camino
La imagen se proyecta
en las claras palabras
de mi involuntario rumbo
y el paso entre las sombras
ratifican mi posición natural
Ve a casa,
me pide cada rana que encuentro,
pero yo ya estoy en el vientre que quiero
Si fuera solo mi ausencia
la que les grita
que yo también les quiero,
pero me llamo viento
y soy parte de ese celo,
de ese mundo marginal de deseo.

 

Kartofen...

Extraída de Google

“Hoy el frío horada otra muesca en mis ateridos huesos, mientras, la agresiva humedad baja las escarpadas laderas de la montaña como un esquiador huyendo de avalancha. La inquisidora lluvia doblega ya la integridad de la vegetación y la ausencia de fauna nos deja a solas con su inquietante silencio.

El sonido del crepitar de leña en la chimenea de casa se ha adherido a mis oídos con una frecuencia acaparadora y juguetea a avivar un recuerdo de la niñez revivido constantemente.... Hace días que quemamos la última caja de municiones y éste frío me anima a buscar los cálidos abrazos de mis recuerdos”


No sé muy bien qué hacemos aquí, ni cómo hemos llegado. No obstante, los agujeros de bala en las sienes de los cadáveres que me rodean me advierten que no asome la cabeza.

Hay sangre que gotea por mi cara, aunque no recuerdo haberme herido. En realidad, recuerdo muy poco de las últimas horas. A penas un rumor de silbidos arañando la noche: unos largos y otros cortos con un final estoico y seco.

Me retumba la cabeza y no pienso con claridad. Juraría que huele a café, pero me temo que es un síntoma erróneo más de esta pérdida incesante de sangre. Aunque lo juraría…

-Eh, Yankie ¿sigues vivo?

Como de abrumadora es la memoria. El horrendo inglés de ese nazi acaba de activar todas y cada una de las neuronas de mi cerebro… y sí, huele a café.

No era broma el expediente criminal de ese “Kartofen”, acaba de eliminar al ochenta por ciento de mi unidad y ahora se está bebiendo ese horrible café sin remordimiento alguno.

-Sí, aunque no por mucho tiempo. El asqueroso olor de ese café me está dando arcadas.

Como de soberbia es la voluntad. Lo mataría solo por mantener esa cálida y candente taza entre mis manos.


“Hoy el frío apesta a café, pero la agresiva humedad olerá a sangre fresca de Nazi… “