lunes, 9 de junio de 2014

Voy de regreso a casa (Relato corto)


Voy de regreso a casa, y nadie me espera. Como nadie se esperaba mi escapada de hace cinco años atrás en un autobús como en el que ahora estoy regresando. Ni yo misma lo esperaba. Y no es cobardía. Hay que tener mucho valor para regresar a donde, en un momento desesperado de tu vida, deseaste huir.

El paisaje no ha cambiado. El río sigue su curso, las casas resisten al paso de tiempo, como las almas que pululan por todas partes. Almas arraigadas al paisaje. Eso que tantas veces escuché decir a mis padres, “las personas son el resultado del entorno, de las historias del entorno”. No era así para mí. La vida es un camino con miles de cruces, salpimentando tu naturaleza, para que decidas tú, y nadie más que tú. Es así. No hay más. Te encuentras en un cruce, una encrucijada, y la decisión es sólo tuya. Que tomes uno u otro lado del camino sólo requiere de una decisión en un momento concreto. Nada de tu vivido contexto se alza para pararte los pies, tus pies deciden ir hacia un lado o hacia el otro. Como yo decidí coger aquel autobús para irme con Rodrigo.

Ahora Rodrigo se ha convertido en Alex, que con apenas cuatro años y medio, va a ver el lugar desde donde su madre y su padre huyeron, para buscar su lugar en el mundo, su propio mundo. Que no encontraron, y que nadie sabe, ni sabrá nunca, por qué. No hay preguntas cuando no quedan respuestas esperadas, sólo acciones.

Recuerdo ojear un libro de poemas de mi padre, donde él mismo escribía:

“El sentimiento del amor es tan impredecible
Que arraiga en ricos, viejos y gente humilde
Revisado con tiempo y mucha calma
Los resultados sólo los comprenderá el alma”

Y mi alma comprendió que el amor que sentía por Rodrigo, en nada tenía que ver con la forma de pensar de los arraigados al entorno de éste paisaje al que me voy adentrando lánguidamente. Nada que sentir junto a ellos.

A veces luchas contra la corriente del río, y aunque sería más fácil dejarte llevar, sigues hundiendo tus brazos contra esa fuerza que te quiere arrastrar intentando doblegarla con cada brazada, más fuerte, más desesperadamente. Pero la impronta del río es arrastrar. Nadie para esa estela, por más que luches. Ahora me dejo impulsar por ella hacía el origen, con Alex.

¿Qué encontraré al llegar?, ni lo pienso, ni lo anhelo. Sólo me dejo llevar por éste autobús tan parecido al que me alejó de aquí. Sin bracear, sin luchar. Remontaré el camino y atravesaré el cruce de nuevo, río abajo.

Cinco años braceando, son muchas brazadas. Son muchas huidas, son muchos días. Encararé sus ojos y abriré los míos. Regreso, pero nunca me arraigaré al entorno. Que Alex haga lo que quiera. Esa será su voluntad: Pero mi alma ha visitado el otro lado de la puerta y, en cuanto pueda, regresaré a ver lo que hay con más fuerza.


Voy de regreso a casa, y nadie me espera. Mi mundo no ha parado de rotar, pero ahora rueda con una verdad menos sincera. 

5 comentarios:

  1. Me gusta el sentimiento de soledad: es la mejor escuela tanto para personajes como para escritores. Un diez.

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  2. Muchas gracias Alex. Totalmente de acuerdo, protegido por nuestro caparazón. Cojo ese diez y lo guardaré dentro de él.

    Mil gracias. Un enorme abrazo

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  3. soledad e incertidumbre creo que mucha mas que el día q partió, Muy buen relato

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    1. Muchas gracias Angela, por comentarlo y, sobre todo, por leerlo.

      Un enorme abrazo.

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    2. Muchas gracias Angela, por comentarlo y, sobre todo, por leerlo.

      Un enorme abrazo.

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