jueves, 11 de septiembre de 2014

POR SU PROPIO PESO (relato corto)





Nunca me ha gustado dejar las cosas en el aire, más que nada, porque al final se caen por su propio peso. ¿Quiere decir esto que jamás haya mentido? No. Convicciones originales que cada persona tiene. Reglas no escritas que confieren nuestro carácter, nuestra única y personalísima forma de ser. Aunque, mantener nuestros mandamientos cuesta, ya que convivimos con otros elementos que se interponen cuando menos te lo esperas.
Los sentimientos, la conciencia remordida, las normas de convivencia sí escritas. Mecanismos incontrolables que bombardean tu impronta, desairando tus propios deseos más cognitivos. Respuestas descontroladas, pero necesarias también.
Algunos hacen la función de chaleco blindado, escudo antimisiles o como lo queráis llamar. Que nos defienden de ataques externos, haciéndote sentir rechazo a algo que en definitiva te gusta, aunque sea impropio, pero que te advierten que esa curva es demasiado cerrada para que tu corazón pueda llegar al final latiendo aún.
Una vez me preguntaron por qué reía tanto: pensándolo detenidamente, no supe responder. Seguramente sea otra manera de defensa ante lo adverso. Una careta impuesta y parapetadota ante las incongruencias de nuestro mundo actual. Y sí, es verdad que río mucho. Pero no me gusta el humor básico: una caída repentina cuando, a las claras, tiene todos los boletos para sufrir un castañazo. El obvio, el que ves llegar antes de que doble la esquina de tu inteligencia. Me gusta que socaven, llegando al fondo, sorprendiendo sin esperarlo. Les pondré un ejemplo, de una película que he visto recientemente: “ un explorador montañero y sus dos sherpas, llegados a un mítico monumento ancestral de sus antepasados, frontera intraspasable de su pueblo. Sin diálogos, solo con las señales de sus manos intentando decirse, bajo un viento helado y ensordecedor: (Ustedes y yo seguimos hasta el final de la montaña. No, tú seguir, nosotros volver. No, yo pagué hasta el final. Sí, tú pagar pero nosotros no seguir, ahora nosotros marchar casa). Y así, repitiendo los mismos gestos un buen rato sin pronunciar palabra. ¿No tiene mucha gracia, no?, pero si le añades a esa escena: los tres personajes con anorak, friccionando sus axilas con cada gesto, reproduciendo exageradamente el singular sonido de ese ropaje de abrigo tan característico. Una conversación completa, sin una sola palabra, en medio de una ventisca. En la que no te das cuenta de lo que está sucediendo hasta que tu mente tan sólo percibe esos ruidos machaconamente que parecen dialogar entre sí. Un añadido, simplemente magistral, a una discusión refrendadora por lo acordado.
Mil doscientos millones de personas viviendo en este mundo y todas distintas de carácter, desde el apático hasta el que se lanza desde una repisa montañosa al vacío, sin sus Sherpas. Con sus, propias y obligadas, normas, con sus impuestos e inequívocos chalecos protectores hacia los sentimientos e irreverencias ajenas. ¿Increíble, no?
Pues bueno, después de esta presentación como profesor sustituto del día, creo que hoy tenemos que hablar de los sueños. He leído alguna vez que hay quienes pueden interpretarlos, bien. Pues tomad nota del que me absorbió anoche, e intentad desentrañar su cifrado: Todos empezó con una familia de elefantes que llegaron nadando hasta la playa donde, tumbado en una confortable hamaca, estaba tomándome un refrescante Mai Tai………

No hay comentarios:

Publicar un comentario