lunes, 9 de febrero de 2015

Otros tiempos... ¿venideros?



Suenan trompetas llamando a su pueblo,
tronando sirvientes, les citan a la Plaza.
Las calles se atestan de murmullos violentos,
urgiendo llegar, abandonan sus casas.

El trillo ha quedado casi desolado.
En la sucia taberna, tan sólo queda el perro.
Los anexos caminos están desbordados.
En el viejo cadalso afilado está el hierro.

Se suman campanas a la algarabía.
La iglesia provoca aún más a la gente.
Por fin ha llegado el ansiado día.
Y todo el pueblo quiere estar presente.

La grada de nobles permanece vacía,
ni los estandartes ondean al viento.
La reducida guarnición debe hacer de guía,
sus nerviosos ojos esperan el encuentro.

El silencio se cierra cuando llega el reo.
Todos quisieran ver su abochornada cara,
y escupirlo incluso si la guardia dejara.
Cobarde la esconde por lo que hizo tan feo.

Con un cruel desprecio el pueblo se expresa,
-Arrancadle primero los dos brazos -
Conocido por todos agacha su cabeza,
hoy recorrerá sus últimos pasos.

Su pecado: haber metido en el saco la mano.
Su condena: morir a manos del viejo verdugo.
El pueblo feliz, por fin ve morir a un ser humano,
que creyó que su cargo tenía poder absoluto.

Y regresa el pueblo a ejercer sus menesteres,
satisfecho ha quedado tras ejecutar a su alcalde.
Que tomen nota otros y cumplan sus deberes,
si no quieren ver como el infierno se abre.

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