viernes, 14 de noviembre de 2014

¿Por qué lo llamarían TOM TOM? (relato corto)




--Ya sé por que lo llamaron TOM-TOM. Es un juego de palabras por si se equivoca, por si te indica una dirección errónea, cuando señala insistente un precipicio de cien metros de altura hasta la playa— comentó Jonathan, mientras ojeaba la sección de Deportes del periódico del día, eructando aros de humo hacia la jaula de Sergey.

--¿Ya le has encontrado un fallo? ¡Con lo contento que estabas! Éste, te ha llevado dos semanas averiguarlo, eh, ¡cada vez te lo ponen más difícil—contestó su mujer Ruth, en el justo momento que la tetera avisa que el agua hervía ya –y por favor, deja de ahumar al pobre loro—

--No es un fallo, es un error del sistema, ¡del que programó el sistema!, mejor dicho. Alguien, en algún lugar del planeta, se ha equivocado al señalarle que a cien metros del camino de entrada a casa hay un desvío a la derecha. Además, justo donde hay un Tocón de roble de más de ciento cincuenta años, por lo menos— Murmuró Jonathan, insistiendo en dirigir sus proyectiles en dirección al pobre animalito.

El sonido de la bandeja, con el té recién hecho, al colocarla en la mesita central del salón lo abstrajo por unos segundos de su ataque sobre el Guacamayo: uno de los pocos elementos heredados que los padres de Ruth la dejaron al morir, junto con dos millones y medio de dólares con el que se estaban construyendo la casa de sus sueños.

--A ese culo desplumado le gusta el olor del buen tabaco—contestó Jonathan emulando una mueca burlona.

--Cualquier día se vengará de ti. ¡Pobrecito animal!—

En el justo momento que ambos iban a degustar el aromático té verde con frutas del bosque, el emborrachado pájaro soltó su chirriante latiguillo más utilizado. “¡¡¡(CS20H10), seguido de:  51º 23' 28.21" Norte / 99º 36' 27.17" Oeste!!!”, tras el cual, se volvió mudo otra vez.

-Maldito bicho con la calva en el culo- espetó Jonathan, casi a punto de quemarse los labios tras el susto recibido --¿Dónde demonios habrá aprendido a nombrar el Código Cartesiano?—

--Tranquilo, déjalo estar. En la vieja tele, ¿dónde si no? Recuerda lo aficionados que eran mis padres a las películas bélicas—

--No lo sé, pero extrañamente me recuerda algo ese (CS20H10). Sí, algo que he visto o escuchado fuera de aquí, lejos de su repugnante trasero—gritó haciendo muecas y señalando amenazante al viejo Sergey.

--No me extraña, lo suelta cada vez que puede. Lo has oído tantas veces que ya no lo sabes ubicar donde lo oíste por primera vez— 

--No, es algo más concreto, más real. Cada vez que lo escupe, parece como si intentara avisarnos o recordarnos algo. Y sólo lo dice cuando estamos los dos juntos, ¿no has reparado en ello?— Preguntó Jonathan, al mismo tiempo que intentaba ubicar  el cotorreante código.

--Entre el GPS y el loro, hoy me darán el día—susurró Ruth, mientras recogía el servicio y se dirigía ya de vuelta a la cocina.

--¡Eso es!, el GPS—Y tras dejar a su mujer con la boca abierta, cruzó la cocina, el trastero y el pequeño jardín, para llegar hasta el garaje.

El aparato de última generación iluminó el interior del Cherokee en breves segundos, mientras se maldijo, intentando recordar la secuencia que el desplumado y viejo loro se sabía de memoria.

--¡A ver!, sí, creo que lo tengo. Ok --

Tras pulsar el botón ENTER, la sucesión de colores tierras y verdes se iba acercando desde la infinidad del firmamento hasta aparecer la desesperante ubicación.

-¡No puede ser!—se dijo a si mismo -- ¿el Tocón?—

La cara de su mujer volvió a mostrar de nuevo sorpresa, cuando vio a su marido desandar sus pasos hasta quedarse enfrentado al Loro.

Y frente a él, le habló como si pudiera entenderlo. En vos baja, no queriendo parecer idiota, ni que su mujer lo pensara. –¿No me digas que el viejo tiene ahí escondido más dinero?--

Desde la muerte del padre de Ruth había intentado averiguar, sin levantar sospechas, cual era la procedencia de esa enorme cantidad, ya que su trabajo en la Central Eléctrica, nunca le hubiera proporcionado recursos suficientes para ahorrar tantísimo dinero.

Y sin perder un segundo, recorrió los cien metros camino abajo hasta el Tocón, circundándolo en busca del cofre del Tesoro, ya soñado.

Inquieto, con cara de pasmado y sonriendo bobaliconamente, descubrió que estaba en lo cierto. –Sí--, pronuncio, haciendo un gesto con el puño cerrado, bajando el brazo y subiendo la rodilla.

Una puerta de color verde, escondida tras la maleza que cubría lo que quedaba del viejo Roble, apareció ante él. Sin pensarlo mucho, intentó abrirla tirando hacia fuera con la fuerza de sus dos manos. El chasquido duró una fracción de segundos cuando, el dispositivo trampa, lo absorbió hasta una cavidad de cien metros de profundidad. Dando tumbos por la inaccesible pendiente, chocó contra una superficie rígida quebrándose ambas piernas. Aún angustiado por el dolor pudo encender el mechero que, extrañamente, no había salido disparado de sus raídos y ensangrentados pantalones, para descubrir con sus propios ojos cual era el origen de aquellos dos millones y medio.

La luz emitida por la potente llama, le mostró decenas de bidones de color amarillo chillón, con el enigmático y aterrador símbolo de la radioactividad que escondían en su interior.


Los gritos y gemidos no fueron suficientes para contrarrestar el imparable aletear del desplumado Sergey, repitiendo ahora incesante, CS20H11)... CS20H11)... CS20H11),...CS20H11)….

1 comentario: