Se fue de mis brazos con una
extraña expresión, perdida entre la gente que nos rodeaba pese a nuestra
insistencia en que abandonaran su intento de sacarle más fotos. Busqué sus ojos
por última vez antes de que se perdiera dentro del coche de policía, sin
conseguirlo. Insistiendo en lograrlo, aparte a la prensa de mala manera,
corriendo tras el coche ya en marcha. Corrí dos manzanas en medio de la
circulación, hasta que giró su cabeza y pude ver lo que rezaba no encontrar, no
percibir, no descubrir.
Los días se hacen eternos sin
ella en casa. Los niños la echan de menos, casi tanto como yo. El silencio que
ha quedado es insoportable de conllevar, y los días pasan y pasan, sin sentido
para nosotros. La he intentado ver pero está incomunicada, apartada sin trato
con nadie que no lleve placa. Y ya han pasado quince horas.
Nadie nos da información
concreta, algo que nos deje ver una luz en este túnel tan oscuro en el que nos
ha dejado. Tan oscuro y desolado como el espacio eterno que mantiene el
universo unido.
Nunca me pude imaginar vivir una
situación peor. Ella tan sólo quiso defender a los niños, tan sólo quería
defender a los suyos y ahora está encerrada, sola, sin compañía ni afecto
alguno. Creo saber cómo se puede sentir después de haber hecho un acto tan
humano como el defender a su familia.
Ahora nos dicen que no cabe otra
posibilidad que la muerte, que el acto perpetrado sólo merece un castigo, y que
se ejecutará pronto. He ido a hablar con las autoridades para pedir una explicación
justa, sin encontrar más que vanas y estereotipadas respuestas.
Lo harán por la mañana, a las
diez dejará de respirar, y de darnos todo su amor una vez más. Las dudas me
asaltan a cada rato, pensando en el por qué no fui yo quien matase a ese chaval,
a ese monstruo que quería secuestrar a nuestros hijos.
El informe dice que para ella no consta
una Legítima defensa, que no hay Ley que la ampare tras lo que hizo. ¿Y qué
hizo?, les pregunto yo. Y la respuesta es contundente, aunque difícil de asimilar.
“la muerte de una persona, por
muy asesino, violador y monstruo buscado, que sea y esté, no salvará la vida de
su perra”
Busqué su mirada por última vez,
mientras el líquido de aquella aguja conquistaba su cuerpo. Busqué su tranquila
mirada por última vez…. Y le di las gracias.
Muy buen relato amigo.
ResponderEliminar¿y qué no hace una madre por sus hijos? Al leerte pienso que estas cosas realmente suceden, me pregunto ¿cuántos casos como este habrán? y me parece ver asomarse a la injusticia mientras la justicia se pierde en una noche de farra y borrachera, una vez más..
Gracias Angélica. Y además, es verdad, ¿quién para a una madre, aunque sea canina, cuando va a defender a sus hijos?.
ResponderEliminarGracias por el comentario y por leerlo. Me ha encantado.
Saludos.