Fue como aplacar una hoja de papel después de
revolotear inerme, tutelada sin voluntad por la imparable fuerza de una
impetuosa ráfaga solitaria y errante. Así se sintió, al frenar con sus manos el
cuerpo tembloroso de aquella chica que le retenía la mirada, convulsa y
estremecida, mientras intentaba evitar su apremiante desplome contra los
adoquines de la plaza mayor.
Aguantando el peso inerte de aquella extraña,
intentaba sopesar la historia precedente que la condujera hasta allí. ¿Un
desamor?, ¿la pérdida de un ser querido?, ¿una huida desesperada?, tantas
posibilidades como lágrimas derramaban sus bellos ojos verdes... verdes esmeralda,
tanto como las aguas cristalinas del caribe.
¿Quién será?, se pregunta, mientras su trémulo
nerviosismo le traspasa, angustioso, la
desapacible entidad que la hace sollozar como la desvalida criatura
protagonista de una pesadilla recurrente y dañina.
Atrapado por el olor que emana de sus húmedas ropas, intenta
imaginar dónde habrá estado encerrada, pues el tufo rancio que desprende su
raído abrigo beige, le impide entender el motivo por el cual aquel joven cuerpo
se cubre con tales harapos. Y mientras intenta alzarla y separarla del frío
suelo, escucha su temerosa vocecita expresar con dificultad una simple palabra
“Moron”
-No entiendo-, le repetía, absorto y extrañado de que
tuviera fuerzas para pronunciar esa única y enigmática palabra que había
registrado ya su cerebro obligándose a repetirla mentalmente mientras la pone
en pié.
¿Necesitas algo, criatura?, preguntó al quedar
enfrentado a ella, sin tiempo a sopesar el enorme y caluroso abrazo con el que
la joven le sobrecogió. Imposibilitado y exento de afear aquella tan agradable
pero incómoda acción, permaneciendo callado los veinte segundos que duró la
sensación más extraña que viviera nunca. Y aunque su cuerpo recelaba, su mente
le obligó imaginar que estaba haciendo lo correcto.
Pasados esos escaso segundos donde la mente vuelve a
recuperar el protagonismo, intentó separarla y preguntar de nuevo. ¿Necesitas
algo? ¿Qué te ha pasado?.
Pero tan sólo pudo escuchar aquella enigmática
palabra una vez más “Moron”, esta vez en un imperante y extraño tono antes de
volver su cabeza hacía el lugar donde dos hombres corrían apresuradamente hasta
ella.
La sensación al separarse de aquella
criatura que ya huía nuevamente, volvió a sumirlo en la imagen de la hoja de
papel vuelta a ser elevada contra su voluntad, llevada sin rumbo, dejándolo
anclado en aquel mismo punto mientras sus dos captores le sobrepasaban en
dirección a la estela del remolino que elevó otra vez el miedo y la angustia de
aquella joven.
Pétreo y desolado escuchó la voz de
aquellos hombres gritar al viento mientras intentaban alcanzarla… ¡Moron!…
¡Moron!
Veinte minutos más tarde, delante de su
habitual desayuno, en la misma cafetería a la que encaminaba sus pasos diarios
desde su jubilación, recordaba con desasosiego el desalentador rostro, poseedor
de los más bellos ojos que había visto hasta entonces, y en su figura, intentar
alejarse de lo que parecía la irrefrenable escapada de un hipotético monstruo.
El café abrigó de nuevo en su
pensamiento otra de las preguntas que quedaron sin respuesta. ¿Qué significará
Moron?, y sin darse cuenta que estaba exponiendo sus pensamientos en voz alta,
el simpático camarero extranjero que recordaba, día tras día, aquella forma tan especial
que tenía de tomar el café, aromatizado con esencia de canela, le respondió:-- “idiota” en rumano--
Le bastó el segundo que tardó en
acercar su mano hasta el bolsillo de su chaqueta, para darse cuenta que no supo
leer lo que en aquella hoja de papel venía tan bien escrito. “Nada es lo que
aparenta, hasta que pasa el primer embate de viento y todo vuelve a su orden
natural”
No hay comentarios:
Publicar un comentario