--Ya sé por que lo llamaron TOM-TOM. Es un juego de palabras por
si se equivoca, por si te indica una dirección errónea, cuando señala
insistente un precipicio de cien metros de altura hasta la playa— comentó
Jonathan, mientras ojeaba la sección de Deportes del periódico del día, eructando
aros de humo hacia la jaula de Sergey.
--¿Ya le has encontrado un fallo? ¡Con lo contento que estabas! Éste,
te ha llevado dos semanas averiguarlo, eh, ¡cada vez te lo ponen más
difícil—contestó su mujer Ruth, en el justo momento que la tetera avisa que el
agua hervía ya –y por favor, deja de ahumar al pobre loro—
--No es un fallo, es un error del sistema, ¡del que programó el
sistema!, mejor dicho. Alguien, en algún lugar del planeta, se ha equivocado al
señalarle que a cien metros del camino de entrada a casa hay un desvío a la
derecha. Además, justo donde hay un Tocón
de roble de más de ciento cincuenta años, por lo menos— Murmuró Jonathan,
insistiendo en dirigir sus proyectiles en dirección al pobre animalito.
El sonido de la bandeja, con el té recién hecho, al colocarla en
la mesita central del salón lo abstrajo por unos segundos de su ataque sobre el
Guacamayo: uno de los pocos elementos heredados que los padres de Ruth la dejaron
al morir, junto con dos millones y medio de dólares con el que se estaban
construyendo la casa de sus sueños.
--A ese culo desplumado le gusta el olor del buen
tabaco—contestó Jonathan emulando una mueca burlona.
--Cualquier día se vengará de ti. ¡Pobrecito animal!—
En el justo momento que ambos iban a degustar el aromático té
verde con frutas del bosque, el emborrachado pájaro soltó su chirriante latiguillo
más utilizado. “¡¡¡(CS20H10), seguido
de: 51º 23' 28.21" Norte /
99º 36' 27.17" Oeste!!!”,
tras el cual, se volvió mudo otra vez.
-Maldito bicho con la calva en el culo- espetó Jonathan, casi a
punto de quemarse los labios tras el susto recibido --¿Dónde demonios habrá
aprendido a nombrar el Código Cartesiano?—
--Tranquilo, déjalo estar. En la vieja tele, ¿dónde si no?
Recuerda lo aficionados que eran mis padres a las películas bélicas—
--No lo sé, pero extrañamente me recuerda algo ese (CS20H10). Sí, algo que he visto o
escuchado fuera de aquí, lejos de su repugnante trasero—gritó haciendo muecas y
señalando amenazante al viejo Sergey.
--No me extraña, lo suelta cada vez que puede. Lo has oído
tantas veces que ya no lo sabes ubicar donde lo oíste por primera vez—
--No, es algo más concreto, más real. Cada vez que lo escupe, parece
como si intentara avisarnos o recordarnos algo. Y sólo lo dice cuando estamos
los dos juntos, ¿no has reparado en ello?— Preguntó Jonathan, al mismo tiempo
que intentaba ubicar el cotorreante
código.
--Entre el GPS y el loro, hoy me darán el día—susurró Ruth,
mientras recogía el servicio y se dirigía ya de vuelta a la cocina.
--¡Eso es!, el GPS—Y tras dejar a su mujer con la boca abierta,
cruzó la cocina, el trastero y el pequeño jardín, para llegar hasta el garaje.
El aparato de última generación iluminó el interior del Cherokee
en breves segundos, mientras se maldijo, intentando recordar la secuencia que
el desplumado y viejo loro se sabía de memoria.
--¡A ver!, sí, creo que lo tengo. Ok --
Tras pulsar el botón ENTER, la sucesión de colores tierras y
verdes se iba acercando desde la infinidad del firmamento hasta aparecer la
desesperante ubicación.
-¡No puede ser!—se dijo a si mismo -- ¿el Tocón?—
La cara de su mujer volvió a mostrar de nuevo sorpresa, cuando
vio a su marido desandar sus pasos hasta quedarse enfrentado al Loro.
Y frente a él, le habló como si pudiera entenderlo. En vos baja,
no queriendo parecer idiota, ni que su mujer lo pensara. –¿No me digas que el
viejo tiene ahí escondido más dinero?--
Desde la muerte del padre de Ruth había intentado averiguar, sin
levantar sospechas, cual era la procedencia de esa enorme cantidad, ya que su
trabajo en la Central Eléctrica, nunca le hubiera proporcionado recursos
suficientes para ahorrar tantísimo dinero.
Y sin perder un segundo, recorrió los cien metros camino abajo hasta
el Tocón, circundándolo en busca del
cofre del Tesoro, ya soñado.
Inquieto, con cara de pasmado y sonriendo bobaliconamente,
descubrió que estaba en lo cierto. –Sí--, pronuncio, haciendo un gesto con el
puño cerrado, bajando el brazo y subiendo la rodilla.
Una puerta de color verde, escondida tras la maleza que cubría lo
que quedaba del viejo Roble, apareció ante él. Sin pensarlo mucho, intentó
abrirla tirando hacia fuera con la fuerza de sus dos manos. El chasquido duró
una fracción de segundos cuando, el dispositivo trampa, lo absorbió hasta una
cavidad de cien metros de profundidad. Dando tumbos por la inaccesible
pendiente, chocó contra una superficie rígida quebrándose ambas piernas. Aún angustiado
por el dolor pudo encender el mechero que, extrañamente, no había salido
disparado de sus raídos y ensangrentados pantalones, para descubrir con sus
propios ojos cual era el origen de aquellos dos millones y medio.
La luz emitida por la potente llama, le mostró decenas de
bidones de color amarillo chillón, con el enigmático y aterrador símbolo de la
radioactividad que escondían en su interior.
Los gritos y gemidos no fueron suficientes para contrarrestar el
imparable aletear del desplumado Sergey, repitiendo ahora incesante, CS20H11)... CS20H11)... CS20H11),...CS20H11)….
Encantado de saludarte, felicitaciones por tu Blog.
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