La
primera vez es doloroso, muy doloroso. Como si te enterraran las uñas en el
alma. Las que lo han sufrido, convienen que esa primera vez te abre los ojos a
la realidad más cruel, dejándote con el corazón dividido. Con una amarga
sensación de contradicción, y aunque sabes que es inminente que suceda en algún
momento, casi nunca se está preparado ante tan desagradable experiencia.
Es
como recibir la punzante violencia de la punta de un cuchillo rompiendo, de
forma tranquila pero insistente, tus aletargadas carnes. Devastando una
confianza apoyada por el órgano que esquiva la razón en demasiadas ocasiones.
Las
siguientes veces y aunque el dolor no arrecia, teniendo la experiencia de esa
primera ocasión aún grabada a fuego, se baja la guardia, o mejor dicho, se intenta engañar uno mismo de
nuevo. Y vuelve la punta del cuchillo a
reabrir la herida. Ensañado y persistente, golpeando en el mismo lugar, una y
otra vez hasta que te acostumbras. Y sí, te acostumbras.
Y
aunque tu cuerpo y tu cabeza ya estén preparadas y el dolor cada vez sea más
llevadero, y esa herida sin cicatrizar te recuerde lo sufrido, recuperando la
sensación helada de la hoja cortando en el mismo lugar, el amor y la pasión
hacen que ese acto se vuelva a producir.
Y
ningún alma es inmune a ello, incluso habiendo amor. Ni siquiera ya sabiendo que el acto más desgarrador que puede infringir y sufrir un ser
humano, es la mentira.
Directo a las entrañas, el auténtico dolor! La cuchillada más profunda! Muy bueno!
ResponderEliminarSí, lo más doloroso que puede sentir una persona.
ResponderEliminarUn enorme abrazo, Miguel Ángel.
La decepción es una experiencia muy dura.
ResponderEliminarUn saludo.
Y sólo lo sabe quien la ha sufrido.
EliminarGracias por leerlo María del Mar. Un enorme abrazo.