Estoy delante del espejo. Es pronto
para reflexiones, pues acabo de despertarme, pero lo que hoy veo en él no me
gusta. Ya no me gusta el reflejo que emite.
Es un espejo muy especial. Lo
compramos, hace años, cuando vivía Mónica. Fue un capricho de esos que no te
puedes permitir según en qué ocasiones. Estaba expuesto en una casa de
antigüedades de Marsella. Una tienda pequeña, algo lúgubre, donde podías
encontrar casi cualquier cosa entre las miradas de los dos viejos que la
explotaban. La insistencia de ambos en entrar nos ayudó a verlo con más
detenimiento.
Sus bordes forjados juguetean con los
grabados interiores formando, lo que nosotros llamábamos un “trance amatorio”.
El doble marco conferido entre el cristal y el hierro fundido, típico de los
muebles de cierta época, centraban nuestras miradas en lo esencial, nuestro
reflejo en él. Tenía el ancho perfecto para vernos ambos, para admirarnos en
plena juventud. El reflejo de Mónica era espectacular con aquel vestido azul,
ceñido a su joven cuerpo, con unas diminutas flores blancas revoloteando desde
la mitad superior izquierda hasta completarse en la falda. Estuvimos un buen
rato observándonos en él, girándonos y riendo de lo enorme que se nos veía en
aquella espectacular foto con el puerto Marselles detrás. Eso fue lo que nos
decidió a pagar la enorme cifra que costaba, el reflejo de dos enamorados en su
segunda Luna de Miel.
Todavía recuerdo colgar aquel vestido
encima de él tras su muerte. Y de cómo esquivaba la mirada al pasar a su
lado entristeciéndose mi alma al no poder ver más su bello reflejo.
Ya no lo uso. Ahora utilizo un diminuto
espejo sólo para afeitarme. Incluso he estado a punto de girarlo hacia la pared
donde ha estado desde que lo trajimos a casa. Cuando al cruzarnos en el pasillo
parábamos a buscar aquel momento mágico de aquellas inolvidables vacaciones.
Aquello que tanto nos reconfortó,
recuerdo viviente de la mejor época de nuestra vida, ahora me produce tristeza.
Tristeza y rabia, al comprobar que el paso del tiempo no ha hecho mella en él,
pero si en mi. En el reflejo que emite de mi.. sin Mónica.
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