La nieve caía triste y calmada sobre sus hombros y sus muslos temblorosos. Triste y calmada, sobre sus oscuros cabellos, tornados en grises senderos de polvorienta debilidad. Triste y calmada, como su mirada perdida en la lejanía entre los titilantes copos, blancos impolutos. Triste y calmada, como la razón que la había llevado hasta allí, hasta aquel parque, tan triste y calmado.
En
aquel banco solitario de color impropio, de verde inicio tornado en blanquecino
retiro. Arrinconado en el rojizo muro, tornado en verdosa muscínea, desalineado
por el tiempo. El tiempo… el tiempo que a ella le faltaba. El tiempo violento
de invierno, de frío sumiso y lánguido tormento.
Bajo
aquella nieve, tornada en diamantes lagrimeados desde su triste y calmado
rostro. Apesadumbrando las ramas de los pasmados árboles, tornados en
silenciosos muñecos de nieve. Donde la fauna esconde su melodía, tornada en taciturno
respeto, triste y calmada como el manto
donde hunde sus pies.
El
sendero se pierde, la luz se adormece,
la vida continúa aunque el corazón
adolece.
Pensando, pensando, en volver o alejarse.
Triste y calmada su alma rehace.
Los minutos, las horas, que empleas en reflexionar,
se tornan en odas
por no querer doblegar.
El frío, el silencio, y el imparable tiempo,
que
asusta, que aleja, que miente violento.
La
nieve caía triste y calmada,
sobre sus hombros y muslos, hasta que lloró cuanto
amaba.
Deben encontrar otra manera mas fácil para que podamos comentar, yo lo he intentado varias veces con mi cuenta de Google y ¡nada!........
ResponderEliminarMuchas gracias José. Lo revisaré. Gracias por el aviso.
ResponderEliminarUn enorme abrazo.