Háblale a mi Alma, que ella entenderá. Háblale como a un niño, sin nombrar palabra.
De tus columnas llenas de musgo, de esos pilares que te guían. Háblame de las pendientes, de los asaltos perdidos. Del polvo ardiente y las hojas del frío. Háblame de aquel muchacho, de su firme afán. De sus retos, de sus faltas, de su hambre por marchar. Háblame del espacio, del que anudas con tu rumbo. De los muertos del pasado, de la pena del herido, De la lluvia recurrente, del regreso de aquel crío.
Háblame, camino, háblame... que en silencio yo te sigo.
¡Me ha gustado muchísimo leerle!
ResponderEliminarAbrazos.