Dibujé una línea recta y la prolongué día a día.
De ella no salía ni en mis horas muertas.
Me llamaron los ángeles, me apretó el corazón,
A que la desdibujase o curvara mi intención.
Yo tan solo quería ser fiel a mis actos,
No sintiendo fracaso, ni esquina confería.
Nadie podía intuir hacia donde la trazaba,
Alborada tras alborada, sin ninguna rehuir.
Ni nadie me dio razón, otorgándome prepotencia,
Y reí por su ausencia, y lloré por pundonor.
Ahora junto a ti, en mi única intersección,
Te entrego todo mi amor, y la vida que sufrí.
Y de curvas me llené, nunca más hubo rectas,
Tú, simple y perfecta, como las líneas que dibujé.
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