miércoles, 8 de julio de 2015
Ciudad, maldita ciudad
Al cielo miraba en busca de sus presas,
hay cientos volando y yo sin trabajo.
Los edificios parecían mirar hacia abajo,
cuando él más sacudía su cabeza.
Vagando por la ciudad, las grietas de las aceras lo guían,
hacia la zona tardía, donde falta humanidad.
Y los toldos de las terrazas le quisieron avisar,
si no para su andar, volverá roto a casa.
Distraído en un escaparate, ellos seguían aventando,
eufóricos, llamando y él continuó adelante
Un parque detuvo su caminar,
y en el centro se apostó.
Alzó los brazos y calló,
mientras la gente paró a observar.
Surgieron risas y aspavientos y él ni se inmutó,
hasta que una piedra cruzó rozando sus pensamientos.
-Quieto, quédate quieto-, se dijo para adentro,
hasta que la segunda tuvo acierto, quebrando su reto.
Medio brazo cayó al suelo y al hacer el movimiento,
hubo tercer lanzamiento, y la última dio miedo.
Los toldos lo vieron pasar
cabizbajo hacia las afueras.
Y tristes quedaron sus telas,
como el viento sin soplar.
El parqué dejó tan atrás, como le alejaron sus temblorosos pies.
Maldita capital, gritó sin detener, ¿por qué no podrá un espantapájaros trabajar en la ciudad?
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