Cincuenta trozos he cedido de mi cuerpo,
arrancados con dolor.
Concesiones invisibles como el viento,
mordeduras de amor.
Todas las que me harán falta,
si un día vuelvo a querer.
Las que me obligarán a amar con mordaza,
si pretendo ninguna más perder.
Cincuenta trozos de vida.
Cincuenta cicatrices.
Cincuenta duras heridas.
Ahora preferiría morirme.
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