Afortunadamente, el río nunca para,
nunca elude, nunca cede.
El río, simplemente, atraviesa por donde puede.
A veces crecido, a veces sediento,
reunido en la montaña.
Pierde cota el recorrido, y si sube, se embalsa.
Afortunado quien vive de él,
de su agua, vegetación o fauna.
De su quieta languidez, y si es brava, de su hazaña.
El río araña la tierra,
esculpiendo sus heridas.
Poco a poco, paso a paso, como a cualquiera, tras la vida.
Tiene muchas virtudes el río,
si se agita o se remansa,
Y para sus fieles custodios, siempre madre esperanza.
El río emite sonidos,
tan hermosos como sus silencios.
Según bailen piedra y agua, paz o tormento.
Pero el río solo tiene una dirección,
rumbo al mar, aunque no lo alcance.
El río te vio nacer, y será testigo de tu desgaste.
Del río nunca te podrás separar,
por mucho que te alejes.
Y si tristeza te da… el se acerca, cuando llueve.
¡Bellísimo! A través del río hice un recorrido por la vida misma.
ResponderEliminarTe dejo el enlace de mi blog por si quieres pasarte:
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¡Saludos!
Gracias Nuria. Por supuesto que me pasaré.
EliminarUn enorme abrazo.