martes, 10 de marzo de 2015

El resultado nunca suscribe, si quien queda no queda vivo.


Dicen que las olas limpian la playa, que regeneran la costa con su ir y venir. Que la naturaleza reclama lo suyo, reconquistando lo robado.

Marta no quería nada de eso, sólo un futuro limpio y embriagador. Dejar atrás sin secuelas, la penuria de su sin vivir. Pero la carga de toda una vida, acumula demasiados heridos. Las batallas, las guerras, nunca dejan los campos igual tras su paso.

La maleta hecha, sus lágrimas empapándola. Mirando un reloj aborrecido, por marcar las tantas horas monótonas y estériles. Miles de recuerdos le asaltan con solo levantar la vista y depositarla en muebles, vajillas o lámparas.

Aferrada con fuerza a ella, tiembla todo su cuerpo. No quiere hacer daño, tampoco agasajar. Tan solo se quiere alejar y desvestirse de su letargo.

Se muerde los labios cuando vuelve a oír el timbre. Otro día ha pasado, enojoso y simple. Ya escucha sus pasos regresando del colegio. Otro día se ha hecho tarde, la decisión no ordeno el asedio.

Suelta la maleta, recompone sus cabellos, abre la puerta, y se los come a besos.

La insignificancia de la grandeza.
La parodia frente al reto.
Los muertos piden memoria.
El asalto: balas no, besos.

Dirimidas las simplezas,
se aturden exteriotipos.
El resultado nunca suscribe,
si quien queda no queda vivo

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