Y es la luna compañera de recuerdos y quimeras,
de los pasos que perdimos entre las faces que rindiera.
Y es escarnio y veladora, y por instinto madre incierta,
como el sonido de ese llanto, el que irradio dicha primera.
Y es mano protectora y racimo bien maduro,
tácita su esperanza, en la cara de lo oscuro.
Y es rumbo y buhardilla y por defecto predilecta,
de un aullido, de un soneto, de una turba que protesta.
Y es la luna mi guarida, mi patio con geranios,
espejo de mi mundo, distancia en mis espacios.
Es la misma plañidera, esa voz amarga y dulce,
la que mientras triste callo, siempre inunda lo que ocurre.
Es ella y no otra, la que suma y nunca elude.