martes, 3 de junio de 2014

Extraviadas lagunas (relato corto)


-Escuchadme bien lo que os voy a decir: los recuerdos no se borran.

Son como diminutos sedimentos que se acumulan en nuestros propios océanos, en esos mares privados que cada uno de nosotros lleva en su interior. Donde año tras año, se van posando lánguidamente en su fondo, con tiempo suficiente para que en su recorrido hasta lo más profundo de nuestro interior, nos dé margen para registrarlos en nuestra memoria. Algunos de esos recuerdos también se guardan en nuestro corazón, copiados por si acaso, ya que son muy importantes. Los más importantes diría.

Se cree que a las personas muy mayores o con alguna enfermedad, como puede se el Alzheimer, se les borran totalmente dichos recuerdos, pero no es así, sólo están perdidos, “extraviados” más bien. Alguien, muy inteligentemente, llamó a esos extravíos “Lagunas mentales”. Y eso es lo que hace, exactamente,  nuestro cerebro con esos recuerdos perdidos. Traspasarlos desde nuestro océano principal hasta pequeñas y remansadas lagunas donde los mantiene a buen recaudo hasta que volvamos a recuperarlos. Yo comparo esos casuales encuentros con la visión de los esquivos arcoiris, aparecidos, muy de tanto en tanto, con una fuerza y refulgencia que asombra e hipnotiza a todos los que hemos disfrutado de su espectacular vista.-

-¿Y para decirnos esto nos has arrastrado ciento sesenta kilómetros en coche abuelo?-

-No Billy, para eso sólo no. También para deciros que hoy he recuperado uno de esos recuerdos perdidos, durante cincuenta años, en mi calmada laguna. Os he traído para enseñaros esto.-

-¿Un periódico?.. ¿un periódico viejo?-

-No es un periódico viejo, la noticia que aparece en él hoy es lo viejo. Esta mañana, al recogerlo del jardín, he podido contemplar el más bello y espectacular de los arcoiris que he visto a lo largo de mi extensa vida. Era impresionante y al acabarse su fugaz aparición y bajar la mirada, me he encontrado con ésta noticia. La que me ha hecho recuperar un recuerdo que viví cuando tenía a penas dieciséis años y que mi mente mantenía extraviado. –

-¿Quién es el de la foto abuelo?-

-Es Luther James, Mike. El mejor ladrón de bancos de la historia de este país. Llevaba cincuenta años desparecido y lo han encontrado muerto en un mugriento parque de Louisiana.-

-¿Y por qué te ha recordado algo ese tipo, lo conociste?-

-Hasta hoy no había reparado en el breve encuentro que mantuve con él al entrar a trabajar en la gasolinera que tenemos delante. Mi primer día de trabajo, en el único trabajo que he tenido hasta que me jubilé.-
-¿y qué pasó abuelo?-

-Bueno, ya os he dicho que fue mi primer día de trabajo. Estaba exultante, motivado y nervioso. Era la mejor estación de servicio del medio oeste. Todos los camioneros que transportaban sus mercancías por medio país, paraban aquí por una u otra razón. Por la estupenda comida de Lussy, por la magnífica y nueva máquina italiana de café espresso, por la rapidez y la eficacia del taller donde yo comenzaba a trabajar ese mismo día. Eran muchas las razones por las que siempre estaba llena de gentes de todas partes. Para mí, la razón que mantenía todo mi cuerpo en tensión era saber que allí trabajaba la pequeña Rachel.-

-¿La abuela?-

-Sí, vuestra abuela Rachel. La que mantiene todavía mi corazón lleno de esos recuerdos copiados y grabados a fuego. Esa fue la razón de que estuviera tan nervioso ese día. Verla a través del cristal de la cafetería cada vez que debía ir a buscar una de aquellas inmensas ruedas nuevas para reparar algún pinchazo, daba un vuelco a mi corazón. Y por eso no puse demasiada atención cuando Luther salió de detrás del taller, sacudiéndose el polvo de sus pantalones, dirigirse hasta mi, y decirme: chaval, ¿crees en las casualidades de la vida?, y acto seguido puso un billete de veinte dólares en mi mano, mientras se llevaba su dedo índice a los labios para pedirme que me mantuviera en silencio. Yo sólo guardé el billete corriendo en mi bolsillo para buscar de nuevo  la imagen de vuestra abuela, mientras él desapareció por entre los numerosos camiones aparcados…. Y esta mañana, ese recuerdo saltó de mi calmada laguna hasta mi océano, con tanta fuerza y espectacularidad como la de ese increíble arcoiris mañanero.-

-¿Crees qué escondió algo detrás de ese edificio en ruinas?-

-No lo sé, pero para investigar eso os he traído, a rastras,  desde tan lejos. ¿Lo averiguamos….?.

2 comentarios:

  1. Bendita laguna que devuelve al océano mental lo que le pertenece. Me gustó la metáfora y la historia en general.
    Saludos.

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    1. Gracias Alejandra. Siempre me han gustado esas palabras que tienen varios significados según su combinación con otras.

      Valga como pequeño homenaje a todas ellas.

      Un enorme abrazo.

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